lunes, marzo 05, 2007

Un Hito en la Historia del Ajedrez Uruguayo.

“...Mientras empeñábamos el match con los argentinos, recibíamos constantemente preguntas a granel del tenor siguiente: “¿Cuándo termina el equipo de la U.R.S.S. el match con la Argentina y en qué fecha llegará al Uruguay? Y apenas nos despedimos de nuestros amigos ajedrecistas en Buenos Aires, caímos en un cerco de admiradores nuestros de Montevideo... a vista de pájaro, la ciudad de Montevideo es muy bonita. La inmensa mayoría de los altos edificios está pintada de blanco. Esa nívea pulcritud imprime a la ciudad un aspecto aéreo y una belleza fantástica... los edificios forman un semicírculo que bordea la bahía de la desembocadura del Río de la Plata.... Es curioso el caso de que, a pesar de la reducida distancia que separa Bueno Aires de Montevideo la diferencia de clima es asombrosa. Llegamos a la conclusión de que el nombre de Buenos Aires cuadraba mejor a Montevideo...Los organizadores del torneo vinieron por nosotros a acompañarnos a la sala donde se debía celebrar la competición. Quedamos perplejos al ver que debíamos competir con nuestros émulos uruguayos en tableros-mesitas dispuestas en... la pista de baloncesto de una inmensa sala deportiva. Luego supimos que la Federación Uruguaya del Ajedrez no había tenido la posibilidad de alquilar el local de un teatro...
...Los ajedrecistas uruguayos carecen de la posibilidad de entrenarse seriamente y participar a menudo en torneos... los uruguayos se han enfrentado pocas veces a grandes maestros y han jugado únicamente contra ellos mismos. Es claro que no podían ofrecer ninguna resistencia a nuestro equipo... Mientras mis camaradas estaban ya ganando en todos los tableros, a mí las cosas me iban muy mal. El joven maestro uruguayo Ibarburi, que jugaba con las blancas había comenzado magníficamente la partida y no tardó en obtener considerable superioridad. En tanto mis colegas estaban dando ya el mate, yo me veía forzado a defenderme con ahínco para mal repeler los ataques de las blancas... Llegó a parecerme en un momento que no podría eludir la primera derrota en Latinoamérica. Sin embargo, unas pequeñas equivocaciones de Ibarburi me permitieron simplificar el entable y debilitar el empuje de las blancas... en el final de la partida mi émulo jugo con precisión y quedamos tablas. Los uruguayos felicitaron efusivamente al joven ajedrecista... El resultado total fue insólito para los matches internacionales: los ajedrecistas soviéticos ganaron diecinueve partidas, no perdieron ninguna e hicieron tablas únicamente en la mía con Ibarburi...
...Nuestra instancia en el Uruguay elevó el interés del pueblo por el arte del ajedrez. Al match acudió una cantidad de público insólita para los certámenes de ajedrez en Montevideo. Siguiendo, sin duda, una costumbre arraigada en el país, los espectadores permanecían largo rato sentados tranquilamente en la tribunas, y hacia el final del juego bajaban a la pista y rodeaban nuestras mesitas. Probablemente dejábase sentir en ellos el hábito adquirido en las competiciones futbolísticas... Los dos días siguientes celebrándose en aquella misma sala de baloncesto nuestras partidas simultaneas... participaron en ellas más de doscientas personas. El número de participantes asombró a los propios organizadores, que no estaban acostumbrados a ver tanto interés por las competiciones ajedrecísticas. Es posible que ello se explicara no sólo por nuestra visita al Uruguay, pero al año siguiente se celebró ya en Montevideo un gran torneo internacional de ajedrez....”

Extraído de “Apuntes de un Ajedrecista” de Alexander Kotov, en la visita del Equipo Soviético al Uruguay en 1954.

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